Control aeroportuario, ¿es excesivo?


     Hace tiempo que leí el artículo más abajo enlazado, y me despertó una reflexión que tal vez todos deberíamos plantearnos. Con más razón ahora que este tema está tan patente en todo el mundo:


     He viajado muchas veces en mi avión. Desde distintos aeropuertos, distintas ciudades, distintos países y en ninguno de ellos me ha parecido que el control fuese excesivo. Tal vez sea porque, desde pequeña, lo he asumido como algo normal y, como dice Manuel Vicent, la aceptación de estos controles en nuestro día a día se ha convertido en la reacción más frecuente. Pero la verdad es que ahora, poniéndome en una situación lejana de lo que pueda llamarse costumbre y juzgando la cuestión desde fuera, sigo pensando lo mismo. Si bien es cierto que las largas horas de espera, las colas, los registros pueden resultar tediosos y capaces de despojarnos de toda intimidad, no hay duda de que todas estas medidas son absolutamente necesarias. 

     El mundo se ha convertido en un lugar peligroso. La reacción del autor ante la circunstancia de aparente control absoluto me parece un tanto exagerada. Y es que, si realmente existiera un dominio total de la situación, nada de esto sería necesario. En mi opinión, la vigilancia sólo sería excesiva si este fuese un mundo ético y justo, donde todos nos comportásemos de forma correcta. Y  no utilizaré el calificativo "humano" para describirlo porque, sin duda, el significado de esta palabra ha sido en varias ocasiones trafulcado hasta tal punto que carece de un sentido real hoy en día. Lo mismo que nos hace humanos, agrava nuestra vulnerabilidad a sucumbir ante las tentaciones e intensifica nuestros instintos más primarios. De esto se dio ya cuenta Plauto hace casi veintitrés siglos, cuando escribió: homo momini lupus est, "el hombre es un lobo para el hombre". Y qué razón tenía. La peor parte, sin embargo, es que el arma más dañina de este lobo no son sus dientes, si no las navajas, las pistolas, las bombas y los objetos peligrosos que precisamente detectan estas máquinas. Máquinas que, por triste que resulte, nos hemos visto obligados a diseñar e instalar en defensa de nuestros propios actos. El mismo desarrollo que nos ha proporcionado armas, ha hecho necesaria también la toma de medidas conta ellas. Pues, ¿no habría sido más prudente, como la especie tan avanzada que tenemos por seguro ser, utilizar las habilidades de las que gozamos para el provecho y no para la destrucción? Tal vez aún estemos a tiempo de cambiar la trayectoria que hemos trazado para el desarrollo humano.

     Coincido íntegramente con Vicent en que, por suerte, estos aparatos nuncan lograrán alcanzar nuestros sentimientos, ni ideas, ni recuerdos. Está en lo correcto en las últimas frases, pero yo aún iría más allá. Diré que, además del cultivo intelectual que uno mismo se pueda o quiera dar, este problema debería atajarse con la educación desde una temprana edad, y hace de ella nuestra verdadera arma. El hecho de estar obligados a controlar a la sociedad y sus actos debería suscitar la duda: ¿estaremos haciendo algo mal?

     Quizás así, algún día, los controles no sean necesarios. 


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